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LA @ | julio-agosto 2020 | Escritura PÚBLICA | 19 res y bastantes alumnos. Así lo recoge uno de los pocos estudios existentes, dirigido por Ingrid Gil, profesora de traducción de la Universidad de Comillas. Gil realizó una encuesta a más de 200 docentes universitarios: el 60% nunca impartió una asignatura online y el 65,8% recono- cía tener poco o ningún conocimiento previo. Cada docente inició esta etapa como buenamente pudo, de forma individual, sin que hubiese una estructura coordi- nada. Lo llamativo viene con el grado de satisfacción. Mientras que la mayoría de los profesores, un 61%, se mostraba satisfecho con el resultado, para los alumnos la experiencia resultó negativa o muy negativa (36,6% de los encuestados) o directamente, indiferente (40,7%). El caso es que en el mundo hay 800 universidades que ofre- cen formación en línea. Sus estudiantes no tienen nada que ver con los de las clases presenciales: tienen cargas familiares, una media de edad mayor a los 35 años y una tasa de abandono muy superior. Volvamos a los universitarios tradicionales, los vein- teañeros que acuden a clase. ¿Cómo ha sido su expe- riencia durante la pandemia? Los entrevistados coinci- den en el resumen que nos hace Clara, estudiante de periodismo: “muchos profesores se limitaban a enviar- nos emails con enlaces a textos sobre la materia y en el mejor de los casos, hacían videollamadas. La sensación era la de ir tirando, que pareciera que se hacían cosas”. Evaluación polémica. También el sistema de evaluación ha sido polémico. Algunas facultades han optado por el examen presencial con medidas de seguridad (distancia- miento, mascarillas…) porque era la única forma de tener un mínimo de calidad. Los que prefirieron los exámenes online se han encontrado con varios problemas. Por ejemplo, modificar el tipo de preguntas. Pruebas del tipo “papel de un minuto”: preguntas concretas y con un tiempo muy limitado de tal forma que solo el que sabe la respuesta tiene tiempo a responder y, si necesita más, es porque estará copiando. Quien ha dado la sorpresa ha sido la UNED con su aplicación Aula Virtual de Examen (AvEx), marca “España vaciada”, diseñada en su centro de Barbastro, Huesca. El sistema evita comportamientos como la suplantación de examinados. La aplicación toma fotografías aleatoria- mente que se envían al profesor junto con el ejercicio. Carlos Gómez, el director del centro de la UNED en Bar- bastro confiesa que “no hay un 100% de seguridad de que el alumno no nos engañe y copie, pero en los exá- menes presenciales tampoco”. Esta aplicación la usan los 155.000 alumnos que tiene la UNED. Para el resto, el úni- co documento oficial acordado que habla sobre los exá- menes en línea es el Informe sobre Procedimientos de Evaluación no Presencial elaborado por la CRUE, la con- ferencia de rectores, y que merece un recuadro aparte. Pasos futuros. Pero entonces, ¿cómo serán las clases? Eso mismo es lo que se preguntan las propias universi- dades ante el silencio del Gobierno y las Comunidades Autónomas. Hemos hablado con diferentes portavoces universitarios y admiten que ni el Ministerio de Sanidad ni el de Educación dan instrucciones claras para el nuevo curso. Una muestra de lo que sucede es que ambos abo- gan por educación presencial para colegios e institutos. En el caso de las Universidades, sin embargo, prefieren cupos en las aulas e incluso, hacer algunas clases en exte- riores. ¿Por qué? ¿Acaso el virus ataca más a los universitarios que a los esco- lares? La ausencia de líneas claras reve- la la falta de planificación de nuestro sistema educativo. Si no, recuerden las paradojas del comienzo de la desesca- lada: los jóvenes podían juntarse en grupos de diez en las terrazas pero no podían entrar en un aula, con distancia de seguridad y mascarilla, para hacer un examen. En este momento las universidades optan por tres posibilidades: presencial con distancia- miento social, completamente online y una intermedia, o sistema híbrido que sería una mezcla de ambas. Si bien los centros prefieren ser políticamente correctos y no que- jarse de la falta de instrucciones claras, quien sí lo hace es José Antonio López, profesor de biología molecular de la Universidad Autónoma deMadrid. Nos enseña un aula de su facultad. “Aquí es donde doy clase. Caben unas 200 El primer ensayo que hemos tenido ha sido bastante pobre y ha demostrado que las universidades no estaban preparadas para las clases online Otro enfoque Lector, vuelve a casa: Cómo afecta a nuestro cerebro la lectura en pantallas. Maryanne Wolf La lectura en enseñanza online es digital. En esto no hay escapatoria, pero ¿tiene efectos secundarios? Wolf es especialista en lectura y aprendizaje en la Universidad de California. Señala que incluso los lectores de toda la vida están cambiando sus hábitos y su capacidad de concentración. En el cerebro manda la norma de que, si no se usa una capaci- dad, ésta se pierde. La lluvia de informa- ción a través de las plataformas digita- les, no permite “detenernos y entender” lo que estamos leyendo. El papel, sin las distracciones de la pantalla (sus cons- tantes ventanas abiertas) es más simple y directo. La pregunta es evidente: ¿aprenderán peor los universitarios de la tablet que los que toman apuntes a bolígrafo?
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