EP124
64 | Escritura PÚBLICA | julio-agosto 2020 | ESFERA CULTURAL –¿Cuál recuerda como su noche más memorable? –Unas veces escojo una y en otras ocasiones, otra. Seña- lo la del 15 de diciembre de 1962, con 32 añitos maravi- llosos, cuando uno está en plena potencia de sus posibi- lidades en todos los sentidos (risas), porque fue prácti- camente mi debut en Madrid, donde ya había cantado, sustituyendo a Miguel Sierra en una producción excelen- te de La bruja , que pasó un tanto inadvertida a los críti- cos, al ser una reposición. Por eso cito aquel diciembre de 1962, cuando Tamayo presentó en el Teatro de la Zar- zuela la misma Doña Francisquita con la que seis años antes se reabrió el teatro, con Alfredo Kraus como Fernando. Si entonces formaba yo parte del coro, esta vez me tocó defender el papel de mi querido Alfredo, después de rodarlo en los Festivales de Vera- no. Fue un día afortunado, de éxito clamoro- so. Aplaudieron tanto, que el director, Odón Alonso, me preguntó con un gesto si me atrevía con el bis que pedía el público. Lo hice, y eso me catapultó. Julián Cortés Cava- nillas, que después de haber sido correspon- sal de ABC en Roma se había reincorporado en Madrid como el hombre más considera- do del periódico, me hizo un reportaje que tituló Del cero al infinito . Desde ese momento, todos se volcaron con críticas fantásticas y me contrataron para grabar Doña Francisquita . De ahí que considere esa noche la más importante de mi vida, a pesar de no tratarse de una ópera. A Dickens le habría gustado contar su historia. La del niño sin infancia que soñó con ser cantante y, tras mil vicisitudes, ofició en el Olimpo de la lírica entre los grandes tenores del siglo XX. Distinguido con numerosos reconocimientos, su nombre rotula hoy una avenida en Córdoba; en Bujalance, el Conservatorio y un busto en una plaza testimonian su gloria, mientras una placa señala la casa donde nació un 31 de julio este artista universal, que ahora cumple 90 años, conservando su acento andaluz, prueba de la fidelidad que ha orientado su vida. JUAN ANTONIO LLORENTE jaelle@aprensamadrid.com «Mi director predilecto, y el que más afecto y mayor como artista me tomó fue el maestro Molinari Pradelli» «Para cantar zarzuela se necesita la misma preparación que para la ópera» Pedro Lavirgen, tenor –Para ese apartado, ¿qué hito señalaría? –Mi debut en el Liceo con Carmen en 1964 junto a Inés Rivadeneira, una de las mejores Carmen con las que he cantado, por la veracidad, el vigor y el carácter con la que interpretaba el papel. Sin olvidar, claro está, a la gran Teresa Berganza. Ni a la excelente mezzo rumana, Viori- ca Cortez, con la que hice docenas de producciones, por- que nos compenetrábamos muy bien. –Repetir aquel día Por el humo … ¿Le inoculó el veneno del divo? –No diría tanto. El bis no se pide en todos los sitios, ni siquiera al mejor tenor. He cantado en teatros ante un público entendido, muy serio y muy formal, que no lo solicitaba. Surge a veces por un determinado tipo de audiencia como respuesta a algo muy espectacular que consigas en tu actuación. Recuerdo cuando en la ópera de Budapest, en los años del presidente János Kádár, me pidieron repetir la Pira de Trovatore después de terminar con un alarde de agudos la famosa cabaletta . Porque era un público muy apasionado, entusiasta y emocional. Similar al del San Carlos de Nápoles cuando canté el Calaf de Turandot y me esforcé, poniendo un granito más de lo que acostumbraba. Hay quien prefiere lanzar el caudal de voz de manera estentórea, mostrando la potencia vocal. Yo procuré cantarlo con la mayor energía, pero cuidando el fraseo. Hice un final muy espectacular con un agudo muy alto. En un si natural , que puedes mante- ner el tiempo que quieras, algo que popularizó Pavarotti, que se tiraba media hora con esa nota. El público aplau- «Con quien más a gusto he cantado ha sido con Montserrat Caballé. Sin la menor duda»
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